Miro a la izquierda: un mapa de la ciudad lleno de colorines que aún no identifico.
Miro a la derecha: un cerro de periódicos interminable.
Miro al frente: una puerta siempre abierta por la que nunca deja de entrar gente.
Miro atrás: una ventana a un patio repleto de coches (del antiguo cuartel de Artillería), una estación de tren y más lejos Sierra Morena.
Vuelvo a mirar a todos lados. Suena un móvil, suena otro móvil. Dos minutos más tarde el teléfono fijo. Llega alguien. Viene a fumar y a hablar. "Alfonso, ¿me escuchas... me oyes... me ves...?".
"Si nos tomamos otro café, creo que sí".
Apunto a la sierra con la barbilla. "Ahí es donde mi padre es feliz".
3 comentarios:
Es como si todo el mundo tirase de ti con todas sus fuerzas. En direcciones contrarias. Y tú te vas estirando te vas estirando te vas estirando. Sientes que vas perdiendo tu forma original y te preguntas cuanta tensión más puedes aguantar. Entonces, un día cualquiera, un ligero toque extra te rompe en un millón de piezas. Explotas como un globo. Desapareces. No queda rastro de ti. Sólo queda el monte. Y volver a empezar.
Conozco bien esa sensación...
Creo q los dos necesitais unas vacaciones... en el monte :-D
Unas vacaciones o directamente un monte donde empezar de cero. Aunque, como buen agropensador de la Campiña cordobesa, lo mío sería un 'serro' de esos ondulados con su barbecho, su trigo, sus olivos y su arroyo bordeado de álamos abajo.
Anita, bienvenida a esta mi casa virtual. A ver si te coges a Sonia un fin de semana, os pilláis un vuelo a la Galicia del Sur y os hospedo en el Palacio de Alba, con sus estrecheces y sus paredes llenas de historias.
Biquiños a las dos!!
Publicar un comentario