
Nos descubrimos cuatro horas antes, cuando sin querer nos sentamos cerca en ese autobús. Sin querer, cansado de leer y de escuchar música, me puse a imaginar su vida: mujer sola que se cruza España con una niña de cuatro años para ¿huir?
La niña se despertó y casi sin querer estaba jugando con ella. "¿A qué es guapa mi madre?", repitió de forma aleatoria varias veces. La mujer, de una belleza post adolescente, le reñía con una sonrisa ruborizada.
Casi sin querer, la niña y yo jugábamos a cazarnos las manos. Sus deditos, inocentes y firmes, me capturaron una vez. No sé cómo, pero la niña entrelazó mi mano con la de su madre. Fueron cinco segundos muy intensos.
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