
El placer estético de la literatura suele convertirse en placer vital en general. Coges un libro que te engancha, con el que disfrutas, y te pasas el día pensando en él, disfrutando; deseando llegar a tu casa para devorarlo, aprovechando tus momentos de intimidad en el WC para acabar un capítulo...
Con cualquier novela de Mario Puzo, el placer estético de la literatura está garantizado. El placer vital, no. En mi caso, más bien al contrario.
Cuando empalmé las lecturas de El Padrino, con las de El último Don, La Cuarta K y el brutal El Siciliano no pensaba en otra cosa que en llegar a casa, comer rápido y desesperadamente, poner un poco de música bajita y abrir cualquier novela de Mario Puzo. Pero cuando cerraba el libro mis sentidos actuaban como si todavía lo estuviera leyendo. Veía traiciones a mi alrededor, conspiraciones de silencio, imaginaba crímenes terribles y me comportaba como un auténtico Michael Corleone (salvando las distancias, claro): "La mejor forma de acabar con tus enemigos es teniéndolos cerca", escribía el genial Mario Puzo. En definitiva, confundí ficción (pienso que El Padrino es un libro terriblemente realista) y realidad. Y esto me generó varios problemas (sentimentales, sobre todo) y laborales (que, al fin y al cabo, me enseñaron a descubrir la verdad de la gente que me rodea en el trabajo, para lo bueno y para lo malo).
"¡Maldito Mario Puzo!", pensaba, a la vez que recordaba con anhelo la grandiosidad de sus libros. He estado dos años echándolo de menos y luchando contra mi paranoica simulación vital del crimen organizado. Lo añoré hasta que hace un par de semanas entré un poco borracho a mi cuarto. Tropecé con la estantería y construí una montaña desaliñada de libros sin querer. El primero que recogí fue Los Borgia. Todavía no lo he soltado.
10 comentarios:
Querido Pataliebre, ya que te interesa el asunto (cosa que entiendo y comparto profundamente), te hago desde aquí una recomendación: "Cosa Nostra. Historia de la mafia siciliana", de John Dickie. Es un ensayo sobre el nacimiento de la mafia que conjuga con naturalidad y elegancia el rigor académico del historiador y la mirada fascinante del narrador habilidoso.
La galería de personajes (reales) es apasionante y el surtido de anécdotas, explicaciones de apodos, técnicas de chantaje y torturas, claves, jergas y viajes, verdaderamente apabullante.
Una lectura sorprendente y placentera, te lo garantizo.
Lo pillaré y comenzaré a leerlo poco antes de algún viaje a Italia con el único objetivo de pasarme a los malos. ¿Porqué esa fascinación de los aparentemente buenos por el mundo de la mafia? ¿En verdad se tratan de hombres de honor o simplemente hombres que buscan "otra" libertad que no sea la establecida por la sociedad? ¿Quién ha ordenado más asesinatos, Toto Riina o cualquiera de los presidentes de EEUU?
Dios, cómo se me va la pinza.
K., ya te he visto en tu nuevo rincón.
Abrasos de teletubie morado
A mi lo que me paso con el padrino, con la pelicula, pero especialmente con el libro, fue algo mas comun al resto de los mortales: eran unos bestias pero yo queria ser uno de ellos.
Amigo Casares. Mola eso de disparar a un enemigo al que previamente le has recitado una de esas frases lapidarias que miles de personas repetirán después como si fueran una sentencia. Yo, a veces, también quiero ser uno de los bestias. Pero a la hora de la verdad, me da penilla. Pienso en que el malo tiene familia, una mujer que le espera, algún hijo que quedará traumatizado para los restos y, lo que es peor, jurará venganza y cuando sea mayor me asesinará. Una muerte fina, oiga.
Por cierto amigo Casares, después de esta increíble perorata te exijo: El Amigo Kamerovski, al que no tienes el placer de conocer físicamente pero sí virtualmente, se ha abierto un blog brutal en el que vas a disfrutar como un cochino en el barro. Todo música y de la buena. Ya te veo salibar... A la derecha de mi blog tienes un enlace
Abrasos de oso amoroso
Esta publicidad no se paga con dinero, tú. Muchas gracias :-)
Saludos, Caesares. Espero que todo marche bien en las Antípodas (de la veracidad).
Abrazos.
Hola Alfonso. Te escribo para que me siguas queriendo y porque quiero degustar tu vino del terreno pronto.
Gran adquisición lo lobo lópez para tu blog.
Edgar, te querré siempre (frase contundente y una de las tres mentiras del hombre). Me comentes o no me comentes porque: me dejas dormir contigo (todavía no he probado a abrazarte, pero todo se andará), hablamos más que unos novios, bebemos como cochinos, fumamos como Bob Marley, te gusta la música que me gusta, nos picamos en el Pro, amamos Muchachada o La Hora Chanante, nunca nos peleamos por la misma mujer...
Y se te olvida que no he dicho nada del asesinato que cometiste. Eso es la amistad (hablando de hamsters).
Traete mucho vino del terreno.
Dios. ¿Asesinato? ¿Hamster? ¿No estarás hablando del ratoncito ciego que casi me cargo cuando intentaba acariciarlo a la vez que me enseñaban fotos de un elevado matiz erótico?
Aparte, últimamente tan sólo he asesinado a mi propia dignidad, he golpeado con contundencia a mi hígado y he firmado la sentencia de muerte de mis pulmones. ¿Algún asesinato más?
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