lunes, 4 de junio de 2007

Groupies

Hace muchos años, cuando los hombres arreglaban sus problemas a espadazos, no existía el fenómeno groupie. Entonces, las madres ansiosas de tener nietos fornidos metían a sus hijas en los campamentos militares. Amparadas en la oscuridad nocturna, alcanzaban las tiendas de los guerreros que habían destacado por su valor y coraje, que en ese tiempo eran sinónimos de crueldad y sangría garantizada. El objetivo era mejorar la calidad de la especie. La selección natural.
En la década de los 60 nació el fenómeno groupie. Fans descontroladas se introducían en los camerinos de conjuntos como The Beatles, The Rolling Stones o The Doors. Viajaban con ellos, con o sin su permiso. Iban a todos sus conciertos y se gastaban los duros (o los dólares) en acceder a las fiestas de sus ídolos con la única intención de cruzar cuatro palabras que les permitieran acostarse con ellos. Muchas lo consiguieron y mejoraron la calidad de la especie y sobre todo la audiencia de programas rosa.
Ahora, el fenómeno groupie está en el fútbol y, muy a mi pesar, lo he vivido en primera persona.
Este fin de semana, me lo estaba pasando bien, muy bien, espectacularmente bien. Era la despedida de soltero de uno de mis mejores amigos, que accidentalmente es portero del Real Betis Balompié. El día nos confundía, mucho más que la noche. La mezcla explosiva de calor, sol y ríos de alcohol con piscina tenía la culpa. Llegó el ocaso y nos pusimos a cantar el "Sale el sol por la mañana, y por la noche salgo yo", que tanto se escucha en los estadios. Nos pusimos en camino a Huelva. Discotecas y más alcohol ya nos estaban esperando.
Hasta aquí todo sería normal a una despedida de soltero cualquiera en un lugar cualquiera.
Nada más llegar a la ciudad se corrió el rumor. "Tony D. está celebrando su despedida de soltero en Huelva. Pásalo". Nunca, y cuando utilizo este adverbio tan categóricamente es porque es nunca, había visto desfilar ante mis ojos tantas mujeres. Eran groupies. Nos sonreían, bailaban, brindaban con nosotros y hasta se insinuaban. Pero había que mirar más adentro. Sus ojos apuntaban de manera furtiva hacia esos dos futbolistas que no tenían límite, que no paraban de pedir cubatas, de gritar y saltar. Se lo estaban pasando bien y, acostumbrados, ignoraban a las groupies. Toda la noche fue igual. Decenas de mujeres (¿en celo?) acudían en tropel. Hablaban con nosotros y a la tercera frase te decían, a bocajarro: "¿Me presentas a tu amigo?". "No", contestaba. Y se iban.
Me lo pasé bien, sobre todo porque pude encontrarme con un amigo del que me he alejado precisamente por culpa de su fama. Me bastó su: "Pishita, grasias por venir. Sabes que siempre serás mi cateto".

3 comentarios:

Capitán Cook(ing) dijo...

Jajajajja! Muy cachonda la historia...en fin, muchas mujerrrres son asín...por suerte no todas.

Caesares8 dijo...

sos un crac Alfonso.

Alfonso Alba dijo...

Mujerrrrres!!!
Evidentemente, las únicas que merecían la pena no se acercaron. Es más, creo que ni siquiera estaban en la discoteca. Dudo incluso de que nos cruzáramos con alguna... pero me jarté de reír.

Muchas grasias, pibe de la Andalucía norteña.