Qué hace un tío como yo en un sitio como este, me preguntaba. Como ocurrió durante toda la noche, entramos en la discoteca Consorcio y casi nos hacen la ola. Acostumbrado a guardar cola, a pelearme con los malos, los porteros, me fui al lugar más cutre de la barra del bar. Uno de mis enemigos naturales, los porteros digo, me cogió por el hombro y me dijo: "Caballero, usted por las escaleras. A la sala VIP". ¿Sala VIP? En inglés very important person, reflexioné. Pero si yo soy un radical, dudé.
Subí y, como les pasaba a los emisarios que acudían a Medina Azahara a ver al califa, me sobrecogí por tanto lujo. Dos minutos después nos estábamos bañando en champán. Una de esas botellas vale por una semana de mi trabajo, pensaba, mientras reía y gritaba: "¡¡Hostia, le parecemos a Fernando Alonso!!"
1 comentario:
Fernando Alfonso (esa mezcla explosiva de feriantes cuyos nombres fusionados se parecen al de un hombre con un casco inmenso).
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