A veces, te despiertas y un tren de alta velocidad llama a tu puerta. El maquinista te pide que te subas, que te va a llevar muy lejos, que vas a viajar en clase Club y que encima el billete te va a salir gratis.
A cambio te pide velocidad, fidelidad absoluta y que pienses poco. Que seas una pieza más, que te cambies de trinchera y que renuncies a ser el que eras.
Los trenes pasan muy rápido y cuando menos te lo esperas dejan de pasar. Ante la puerta de tu casa se dibuja una vía muerta, mohosa y silenciosa.
No sé si es mejor llegar andando a los sitios, pero al menos te das cuenta de cómo cambian los paisajes.
4 comentarios:
enigm'atico en la claridad
Illo, me ha encantao tu comentario. Hasta esa tilde australiana, para cumplir con la ortografía. ¿Nos vemos pronto, no?
Prontito, prontito...
Y la libertad que da quedarte mirando al maquinista, decirle -gracias, hoy tampoco me apetece subirme- mientras un montón de gente te mira con cara de asombro y empiezan a pedirle a gritos ese billete.
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