viernes, 13 de febrero de 2009

El tren


A veces, te despiertas y un tren de alta velocidad llama a tu puerta. El maquinista te pide que te subas, que te va a llevar muy lejos, que vas a viajar en clase Club y que encima el billete te va a salir gratis.
A cambio te pide velocidad, fidelidad absoluta y que pienses poco. Que seas una pieza más, que te cambies de trinchera y que renuncies a ser el que eras.
Los trenes pasan muy rápido y cuando menos te lo esperas dejan de pasar. Ante la puerta de tu casa se dibuja una vía muerta, mohosa y silenciosa.
No sé si es mejor llegar andando a los sitios, pero al menos te das cuenta de cómo cambian los paisajes.

4 comentarios:

Caesares8 dijo...

enigm'atico en la claridad

Alfonso Alba dijo...

Illo, me ha encantao tu comentario. Hasta esa tilde australiana, para cumplir con la ortografía. ¿Nos vemos pronto, no?

Caesares8 dijo...

Prontito, prontito...

Julia Delgado dijo...

Y la libertad que da quedarte mirando al maquinista, decirle -gracias, hoy tampoco me apetece subirme- mientras un montón de gente te mira con cara de asombro y empiezan a pedirle a gritos ese billete.