Si las personas en Egipto comen poco, los caballos menos. No eran los imperiosos jamelgos árabes, de galope elegante, muslos fornidos y lomo cóncavo. Más bien, donde debía haber muslos te encontrabas con los huesos de la cadera apunto de rasgar la piel, donde debía haber vigor descubrías un equino demasiado veterano (eufemismo de viejuno) y donde debía haber un caballo te echabas las manos a la cabeza cuando veías como el animal abría las patas de atrás para orinar: ¡¡era una yegua!!
Pero todo esto no importaba. Tampoco que dos tercios de nuestra expedición nunca hubiera montado a caballo. Ni que las dos veces que intenté poner al galope a mi équido éste optara por tirarse al suelo y yo por saltar por los aires.
Fui el primero en llegar a la pirámide de Kefrén. Con la mano izquierda en las riendas y la derecha en la cintura me acordé de Curro Jiménez. Me dieron ganas de poner mirada de conquistador y de asaltar una diligencia. "Ponga el oro aquí su excelencia..." Pero a mi jamelgo le dio por revolcarse en el suelo. Le picaba la montura, que le venía grande.
2 comentarios:
Que hace ese ruso subido a la yegua de rafa?
Jajajajajja! Ia ñe ponimaiu, tabarich Luisov, ñe ponimaiu!
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