Cautivo y desarmado. Débil. Desarbolado y perdido. Te rodean un montón de cenizas todavía humeantes. Un poco de calor. Cada vez menos.
Hundes tus dedos en los restos del incendio y te manchas la cara. Aprietas los dientes y miras a lo lejos, donde todavía hay vida, donde el fuego enciende la oscuridad y donde siempre es posible volver a empezar. La única batalla que se pierde es la que se abandona. Aprietas los dientes. Gritas.
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