lunes, 9 de marzo de 2009

Era eso

Ya está. Lo he descubierto; la paz espiritual está cerca. Era eso.
Bajo demasiado rápido con el coche, por ese camino centenario en el que una vez huía de una jauría de perros. La música está alta. Freno de forma brusca. Salgo acelerado. Doy un portazo y blasfemo. Busco a mi padre y me lo encuentro esperándome. Ha puesto la azada al revés y se ha sentado sobre la hoja metálica; se hace sombra con la mano y mira a la huerta. "Ha salido el sol", me dice, "pero este año los trigos tienen mala pinta. Ha llovido demasiado". Me cabreo porque me he metido en una reguera sin querer y el barro me llega a los tobillos. Seguimos hablando y me siento a mirar y escuchar. "Esta tierra es buena para las tomateras, pero mala para las patatas". "Los tubérculos necesitan una tierra que no apriete, ésta es demasiado dura".
De repente, no me apetece otra cosa que estar allí, escuchando historias de hortelanos. Aprendiendo.

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