Bolaño

Un abertxale de novia cordobesa que es tenido por alemán en un bar del centro porque se niega a hablar (sus interlocutores desconocen si sus motivos para el silencio son políticos o sentimentales); un motorista atropellado por un coche que se da a la fuga, el herido (sudando sangre y cojeando) coge la matrícula del vehículo con sus propias manos (porque el coche la ha perdido en el choque), va a la casa del imprudente conductor y le parte la cabeza (con la matrícula); cuatro minutos antes del fin del año, la Plaza de Armas de Fernán Núñez parece el centro de Gaza, me pitan los oídos tras la última explosión y veo como una pareja de municipales detiene a un joven al que se llevan casi a collejas; lágrimas regadas en alcohol y en una fuente, y muchas llamadas perdidas.
Si Roberto Bolaño lo hubiera vivido, habría escrito algo.