Antes de trabajar en un periódico, leí en un relato de Manuel Rivas que algonos periodistas firmaban con las iniciales P. Q. F. (Para Qué Firmar). Luego descubrí que se pueden hacer algunas perrerías y que cuando te obligan a escribir algo que no quieres y que encima debe ir mínimamente firmado lo mejor es poner A. T. C. (A Tomar por Culo). Somos pequeñas firmitas y estas "perversidades" no dejan de ser escupitajos en una plancha. Llega una tarde cualquiera, pongamos el jueves pasado, te sientas ante tu ordenador y en minutos el correo no deja de escupir noticias:
"Zeta anuncia el despido del 25% de sus trabajadores"
"Prisa anuncia el cierre de Localia antes del 31 de diciembre"
Primero son impersonales, de empresas ambiciosas que han ganado mucho dinero y que ahora quieren seguir haciéndolo. Antes, necesitan "ajustar" sus plantillas. Eso sí, nadie sobra en consejos de administración con soldadas obscenas.
Después, los correos tienen nombre y apellidos. Y firmas:
"Nos han dicho que sobramos diez y todos los de la tele a la calle"
"No puede ser, no puede ser. La semana pasada me hicieron indefinida, me compré un piso, un coche..."
Y en una tarde se apagan 33 firmas, como las lucecitas de una feria cuando amanece, estás borracho y ya sólo piensas en dormir.
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