En mi poco más de cuarto de siglo de edad, aparte de la presencia de mi familia sólo he tenido una cosa inalterable: el mes de julio con Tour de Francia o el Tour de Francia con su mes de julio.
Haciendo cuentas, anda que no he perdido horas de mi vida sentado ante el televisor, viendo todas y cada una de las etapas de principio a fin, sean llanas, de media montaña, de contrarreloj o Hors Categorie (cuántos libros me podría haber leído o cuantas siestas me podría haber echado mientras tanto). Desde los tiempos de Perico (y sobre todo de mi paisano Pepe Recio, un ciclista que nadie que lea esto recordará) no me he perdido ni un Tour, me he entregado a ellos con una pasión que a veces creo desperdiciada. Nada ni nadie ha impedido que en todo este tiempo me sumergiera en la Grande Bouclè.
Hace un par de horas se ha acabado otro Tour. Me recorre de abajo a arriba la misma sensación de vacío de cada mes de julio.
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